Written by

Con en esto que llamamos la energía del amor hemos entendido – equivocadamente – que por ser universal, todos amamos de la misma manera. Sin embargo, nos encontramos constantemente ante la claridad de que nuestra verdad no es la misma para el otro. Entonces, ¿cómo es que nos cuesta tanto entender que el amor no es lo mismo para mí que para el otro?

Una buena amiga está estudiando astrología evolutiva y me está acompañando a comprender más acerca de mí misma y de mi familia. Lo que he podido ver en nuestros encuentros es que cada uno de nosotros venimos con una configuración de fábrica que es la que es, irrevocable, dramática, a veces incoherente. Dependiendo del lugar y hora de nacimiento, los astros se ubicaron en el universo de una forma que hicieron que la composición de nuestro mundo inconsciente fuera de determinada manera, y a partir del momento en que respiramos por primera vez, nos la pasamos tomando la energía de lo que somos, interpretándola desde los códigos que hacen parte de nuestra configuración, potencializando e integrando la energía que tenemos, pero que no manifestamos espontáneamente, y tratando de darle un sentido a la vida para que sea coherente con aquello que estuvo dado para mí desde el inicio.

Es tan complejo y tiene tantas aristas que se me ha hecho imposible integrarlo todo (creo que tampoco es la intención), pero a lo largo de la lectura de mi carta natal he podido encontrarme una vez más con pedazos del rompecabezas que define mi interior, y al darle sentido se me ha hecho más ligero esto de amar.

Comprendí entonces que dependiendo de la configuración inicial nos sentimos amados y entendemos el amor. En mi caso, me siento amada si hay decepción. ¡Qué gran ironía! Pero hay quienes, como Lucas, que encuentran el amor en las dinámicas de conflicto. Entonces vuelvo y me confundo al preguntarme ¿cómo es que nos juntamos el que busca conflicto con la que busca decepción?, y de alguna manera le encuentro un sentido, porque él me muestra que en el conflicto también hay la posibilidad de amar y yo le muestro que cuando duele, el amor también está presente.

¿Podría esto entonces explicar lo difícil que se nos hace amar? Y no estoy hablando de un amor exclusivo de pareja, hablo del amor en su máxima expresión, aquel que es para la familia, para la humanidad, para la persona que va por la calle sin ninguna aparente conciencia colectiva o responsabilidad del otro. Hablo del amor que se expresa cuando busco ser reconocida, importante, valorada, cuando vuelvo a pedirle a mis padres que me digan las palabras que llevo años esperando y nunca han llegado, cuando vuelvo a sentir que aquella amiga no quiere más conmigo porque no pudo ver realmente mi corazón, cuando le pido a la vida que sea más amable con mis deseos y a mi hijo que nunca me deje de mostrar su amor.

Me refiero a todos los amores que nos duelen porque de alguna manera – una muy infantil – nos creímos el cuento de fantasía que decía que el amor se veía de un color, se sentía a una temperatura y se expresaba con una palabra. Creímos que podíamos calificar qué tan bien o mal sabe amar alguien más, porque lo normal es que el amor sepa de manera específica. Porque es lo que siempre nos dijeron, y nos lo creímos. Se nos ha hecho imposible comprender que hay quienes muestran su amor solo en «las malas», porque les ha dolido tanto el corazón que no saben cómo hacerlo cuando es luminoso. Como si estuviéramos ante un servicio, exigimos que la persona amada nos lo devuelva de la manera exacta como queremos ser amados, porque o sino, no es real, no es suficiente, no es lo que merecemos. Se nos ha hecho natural y sencillo etiquetar cada decepción y calificarla como un mal amor y como una persona que no sabe amar, cuando esto es, por definición, simplemente imposible.

Nos hemos creído tan arrogantes que hemos pretendido cambiar la forma de amar del otro, sin darnos cuenta de que al hacerlo, simplemente estamos queriendo que el otro no sea lo que es, y hemos creído que en nombre del amor tenemos ese derecho. Les hemos hecho creer que están mal, que no saben hacerlo, que tienen que cambiar, que nos hacen daño, que son tóxicos. Y todo esto lo hemos hecho para justificar lo que alguna vez sentimos como desamor y no supimos explicar, porque no comprendimos que todos entendemos y sentimos desde lugares diferentes, y que aunque hayamos nacido el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar de la tierra, la configuración de fábrica no se expresa igual para dos personas en este planeta.

Hemos tenido mucho miedo y no hemos permitido que el amor nos atraviese en todas sus manifestaciones, formas y colores. Le hemos puesto indicadores de cumplimiento y nos hemos perdido de su energía, porque hemos sido poco humildes creyendo que sabemos amar más. Hemos ridiculizado al otro, y hemos dicho que es demasiado intenso o demasiado esquivo, demasiado cercano o demasiado independiente. Sea como sea, demasiado… porque lo es, es demasiado ajeno, es demasiado incomprensible, es demasiado extraño y ante lo extraño mejor juzgar y calificar, que simplemente integrar y respetar.

Así que yo hoy me pregunto: cada vez que los míos quisieron amarme a su manera y yo no los dejé porque creía que no era la correcta, ¿qué tanto me perdí? Pues me perdí de la posibilidad del amor, y en esto no hay vuelta atrás. Como es energía no se acaba, pero si se va hacia un lugar en donde sea bien recibida, posiblemente porque las configuraciones de fábrica se parezcan un poco más. O posiblemente porque hay otros que a diferencia mía, sí supieron tomar el amor.

Deja un comentario