Written by

… c o n t i n u a n d o

Tomarla y tomar la vida significa unir dentro de nuestros corazones y nuestra conciencia lo que ambos padres nos han dado, para poder pararnos enfrente de nuestra existencia, sea como sea que esté, muy ordenada o muy desordenada, siendo la que queremos o queriendo cambiar muchas cosas y decir “sí, yo quiero. Sí a esta vida que mis padres me han dado. Tengo que hacer muchos cambios y lo haré. Tengo que trabajar mucho, lo haré, pero gran parte de la posibilidad de hacerlo está en decirle sí a la vida”. Así es que se toma la vida, así es que se toma a los padres. Podremos siempre reconocer que hay muchas cosas que hubiéramos querido que fueran diferentes, pero lo que resultó fue lo perfecto para nosotros, convirtiendo a esos padres en lo único y necesario para, siendo adultos, encargarnos de nuestra vida.

El acto de tomar a la madre debe ser de manera activa. Hay una acción específica que es supremamente simbólica y que representa que el tomar a la mamá es un asunto del hijo, es decir, tiene que ser una decisión deliberada y de movimiento. Cuando nos alimentaba, nos daba leche durante los primeros meses de nuestra vida ya fuera con tetero o el pecho, si nosotros como bebés no succionábamos, la leche no salía. Aquí está el principio de tomar de la madre. Ella está ahí disponible y nos está ofreciendo su alimento para nutrirnos, pero si no lo tomamos o lo rechazamos, esa mamá no puede dárnoslo. Así es que podemos comprender que desde que nacimos a este mundo estamos ante la posibilidad o no, de tomarla, de tomar de la vida que ella nos dio y de su amor. 

A veces pasa algo que llamamos el movimiento interrumpido. El movimiento que debería ser natural y que empieza al nacer, en el cual la madre acoge en sus brazos al hijo, lo pone en su pecho, la leche estuvo disponible, el bebé succiona para tomar de ella y luego sigue haciéndolo una y otra y otra vez, a veces se interrumpe. Pasa que no sale la leche, o que mamá no nos pudo abrazar porque estuvo enferma, le dio una depresión posparto, nos alejaron de ella porque estuvimos hospitalizados; puede ser que no nos quería tener y no nos quiso tomar, que se tuvo que ir a trabajar, que se enfermó. El movimiento interrumpido se refiere entonces a cualquier evento que haya impedido el flujo de energía natural entre la madre y el hijo a temprana edad y que imposibilitó el hacerse cargo del bebé, en algunos casos incluso por algún trauma o recuerdo doloroso de la madre. Esto se resuelve internamente volviendo a ella, haciendo el movimiento que no necesariamente incluye acercarse físicamente, porque es posible que no esté cerca, que haya muerto o que la relación no lo permita. 

Pudieron ser muchas razones entonces en donde se da el movimiento interrumpido. Este movimiento que nos lleva siempre a ella a veces resulta bastante sutil y cuando se interrumpe lo que le dice a ese bebé es que por algún motivo no puede ir a ella. Al ser la fuente de la vida, no puede tomarla completamente, se pone en alerta, empieza a protegerse, a encontrar nuevas formas de sentirse seguro, siendo cualquier otra siempre insuficiente. Aunque ella sí esté ahí, se mantiene en guardia todo el tiempo como recuerdo del movimiento que fue interrumpido hace muchos años, esa separación temprana que dejó una huella de dolor interno.

Se puede evidenciar muchos años después en personas adultas que constantemente están sintiéndose inseguros y de alguna manera, no logran involucrarse completamente con el otro, sea la pareja, el trabajo, su propio cuerpo, las relaciones de amigos. No se sienten seguros de estar con nadie más. Esto es un buen síntoma para ir a ver qué fue lo que pasó con la madre, siendo este primer vínculo el que luego nos lleva a sentirnos seguros para vincularnos con los otros escenarios de expresión de la vida. En general la madre no tuvo la conciencia de que ese movimiento interrumpido estaba causando tanto dolor en ese bebé y, por lo tanto, no hizo nada para volver a restaurarlo, con la idea compartida de que al ser tan pequeño no se acordaría de lo que pasó y al no acordarse, el apego estaría seguro. Es necesario entonces restaurar este movimiento. A mí me pasó, cuando nuestro hijo nació estuvo siete días hospitalizado en neonatos, no estuvo en mis brazos, no podía hacer nada para que fuera diferente, pero lo que sí pude hacer fue intentar restaurar aquello que se perdió en 7 días. Yo ya era consteladora cuando Joaquín nació y pude reconocer la posibilidad del impacto en él, así que una vez lo tuve de nuevo me dediqué de ahí en adelante a tratar de restablecer esta interrupción. Hoy veo un niño que al parecer no quedó con la herida abierta con relación a este movimiento interrumpido, es un niño seguro, que le gusta vincularse con otros, que siente y expresa amor por mí, por su papá, por su familia, y que si en el futuro cuando esté sentado en la silla de la terapia necesita restablecer algo, por lo menos tendrá de primera mano la historia de lo que pasó. 

Es un trabajo que no todas las mamás saben que necesitan hacer, en los libros de maternidad aún no está incluido. El movimiento deja una gran cicatriz con un gran raspón emocional en donde la solución es tan simple como ir a vincularse otra vez con la mamá. Se resuelve volviendo simbólicamente, haciendo el movimiento de volver a ella, de volver a tomarla y de comprender que esa mamá siempre será el lugar seguro, independiente de lo que haya pasado en la historia, incluso independiente de si la conocimos o no, si nos rechazó, si la rechazamos nosotros a ella. En el acto de imaginarnos que estamos contenidos en mamá, volvemos a unirnos a su energía. A veces es necesario hacer procesos más profundos que requieren de una mirada mucho más intensa y completa de lo que pasó, pero sea como sea, la posibilidad de dejar atrás aquello que nos interrumpió el amor, es una muy buena promesa de parte de la vida.

… c o n t i n u a r á

Deja un comentario