
… c o n t i n u a n d o
Cuando hablamos de la madre no podemos hacerlo de la nuestra específicamente, sino también de la mamá de la mamá y de la mamá de la mamá de la mamá. Si somos madres nosotras, de esa parte maternal adentro, de esa energía que nos ha permitido crear y nutrir. Ser madre no necesaria y únicamente resulta cuando tenemos un hijo, sino que también se materializa en todas las creaciones y todo aquello a lo que le damos vida. Pasa constantemente que las mujeres cuando quieren ser mamás y no han podido hacerlo por diferentes circunstancias, empiezan a sentir o a pensar que no están haciendo su trabajo que es dar vida, pero la creación de vida está en todo, está en quién eres como persona, está en tu trabajo, está en la energía que le entregas al mundo, está en el cuidado de esa energía, está en las relaciones que cultivas. La madre, es tan bonito su concepto y su alcance, que incluso al planeta le llamamos “la madre tierra”, porque es quien nos dio este lugar y nos invita a que existamos en ella.
Y esta figura, especialmente cuando eres un niño, lo es todo, ocupa todo. Es el Universo, es el hogar. Melba Escobar autora del libro Las Huérfanas, dice “yo creo que todos somos un poco huérfanos de alguna manera”. Aquella madre que fue nuestro Universo y que al serlo no resultó exactamente como queríamos, nos hace un poco huérfanos, pero no por la falta de ella, no porque no estuviera, no porque no hubiera sido una buena madre, sino porque cuando la comparamos con la idea que tenemos de cómo debería oler, saber, cómo debería ser ese Universo, ella siempre perderá. Siempre será menos buena de lo que queríamos, siempre nos habrá mirado menos, nos habrá abrazado menos, nos habrá dejado menos espacio para existir. Incluso en los años en los que creemos que era perfecta (porque casi todos pasamos por un tiempo en el que la vemos con las gafas de perfección), no logra ser lo que quisimos que el Universo fuera, por lo tanto, la vida tampoco nunca lo será. Y a esto en Constelaciones Familiares lo llamamos reproche.
Entonces, en esta contradicción de la totalidad de la madre perfecta y la herida de orfandad, es que nos encontramos constantemente y que Constelaciones Familiares está comprometido con encontrar una nueva posibilidad.
La vía para tomar a la madre es una que se encuentra en la nueva idea de decirle sí a la vida y soltar los reproches. En muchos momentos le hemos dicho no. “No. Es que no me gusta esto, no me gusta mi vida, no me gusta mi cuerpo, no me gusta mi familia, no me gusta mi trabajo”. Le decimos mucho más no que sí a la vida. Gran parte de ese “no” tiene que ver con un rechazo a nuestra madre, así que allí encontramos el camino hacia la posibilidad de reconciliarnos con la materia prima que nos dieron y la propuesta de hacernos cargo de ella. Decirle sí a la vida es tomarla, y a través de este acto valiente, tomamos también a la madre. Significa mirarla y decirle “sí, gracias. Honro esta vida que tú me has dado, tomo de ti lo que pudiste darme y si lo único que puedo tomar ahora es la vida que me diste, pues la tomo completa y del resto ya yo hoy como adulto me encargo”. En Constelaciones Familiares no buscamos arreglar la relación entre madre e hijo, o ninguna otra relación que tengamos, lo que buscamos es unir de nuevo en conciencia y en amor, el vínculo que se ha creado entre las partes, y que cuando se trata de los padres, es indestructible, innegable y absolutamente necesario para poder estar en la vida de la manera más fluida y libre posible.
Pero ¿qué nos pasa?. Que nos mantenemos en presencia de reproches infantiles, tendemos a enfocarnos en aquello que no nos gustó y claro, tenemos derecho, tenemos mucho derecho a decir “no me gustó esto de mi mamá, hubiera querido algo diferente, necesité otra cosa adicional a la que recibí”, pero aunque tenemos ese derecho nos estamos perdiendo de lo más importante que es poder tomar lo que sí nos dio. Cuando somos niños necesitamos mucho más que solo tomar la vida, de niños necesitamos cuidados, atención, alimento, que nos enseñen acerca del mundo, seguridad. El niño no puede hacer el movimiento hacia la madre reconociendo que la vida que le dio fue suficiente, porque en ese momento no lo es, y es por eso es que en Constelaciones Familiares no trabajamos con niños, lo hacemos solo con adultos. Cuando un niño es descuidado por su madre, es violenta, o no lo alimenta, cuando tiene una mamá que emocionalmente no está vinculada y disponible para él, construye un vacío que más adelante tendrá que llenar. Siendo adulto es que lo puede hacer. Como adultos ya sobrevivimos a lo que sea que haya pasado en nuestra crianza, a lo que sea que haya sido nuestra madre y nuestro padre, y por lo tanto tenemos la posibilidad de elegir tomar lo que nos sirvió y de reconocer que si solo fue la vida, es suficiente, porque del resto ya tenemos la posibilidad y las herramientas para hacernos cargo nosotros. Construir un presente repleto de experiencias, abrazos, personas, relaciones y momentos que nos hagan sentir tan contenidos y mirados como siempre lo hemos querido y necesitado, ahora depende de nosotros mismos.
Gran parte de lo que nos pasa cuando tenemos tanto dolor con relación a la madre, al padre, a nuestra historia, a aquellas cosas que no nos han gustado, es que seguimos en esta dinámica muy infantil de creer que como no tuvimos, no nos dieron, no nos nutrieron como quisimos, estamos condenados a la sensación interna que nos avisa que estamos dañados de fábrica. La revivimos cuando construimos el imaginario de la mamá que debió ser aquella señora que estaba en casa, o cuando vamos a donde los vecinos y vemos otras expresiones de maternar. Seguimos reforzando la idea de que algo nos faltó y que en gran medida fue a causa de la ineficiencia o falta de interés de aquella mujer que se suponía, debía darnos todo de su vida, ponerla a un lado, despedirse de ella y con amor, sacrificarse por aquella decisión que consideramos siempre tomó en libertad, cuando muchísimas veces lo único que no hubo fue libertad de siquiera pensar que no era la vida que quería para ella, o al menos, no de esa manera. Pero juzgamos y pedimos. Pedimos como niños de seis años que no se cansan de avisar que tienen un deseo. Como ese niño que se cree con el derecho de ordenar que la vida del otro se diseñe a su antojo, se programe a su disposición, ocurra según su cronograma. Pero no lo hacemos por mal, lo hacemos porque somos tan pequeños, tan necesitados y tan llenos de dudas, que nos agarramos de aquella persona que se supone nos va a enseñar a vivir. Tememos enormemente sentirnos solos y sin herramientas, vemos aquello que está afuera como la jungla de luces y cemento que realmente es, y no queremos hacerlo y morir en el intento. Por eso es que pedimos tanto. Porque nuestra biología nos condenó a necesitar de otros seres humanos hasta ser unos jóvenes medianamente independientes y poder vivir. Porque en la definición de nuestra raza está la condición de necesitar a la madre que nos dé, y nos dé, y nos dé.
Esta nueva posibilidad lo que nos permite es hacernos adultos. Una de las frases que más me gusta de Constelaciones es: “Nos hacemos verdaderamente adultos el día que soltamos todos nuestros reprocheshacia los padres”. Yo no creo que llegue un día en el que se suelten todos, absolutamente todos, porque al estar en una constante evolución, en la que lo que tenemos que hacer es seguir encontrando eso que nos dolió para poder sobrepasarlo, no podrá llegar el día de cero reproche. Pero en la medida en la que nos podamos parar en un lugar en donde dejemos de señalar y culpar a nuestros padres, y podamos hacernos cargo, disminuiremos el ruido del drama por lo que no tuvimos.
Cada uno de nosotros fuimos uno con la mamá, estuvimos en absoluta unión durante nueve meses, tomamos de su alimento, nos produjimos dentro de su fábrica, fuimos testigos de sus emociones y de sus pensamientos, fuimos a donde ella fue, tuvimos frío, tuvimos calor, tuvimos todo o nada, sin la posibilidad de tomar la decisión de qué queríamos tomar de ella. Esa vida compartida que empieza en la barriga por nueve meses no termina al nacer pues desde el entendimiento del campo energético y emocional, se dice que los niños cuando tienen dos años empiezan a comprender que están separados de su mamá, que son un ser físico independiente del ser físico que es mamá. Son dos años completos los que pasan en donde todavía sienten y creen que hacen parte de ella. Después de esta etapa empezamos a desidentificarnos de la madre, pero siempre el lazo vincular y energético que queda allí, representa ese huevito en el que nos construimos y en donde nos dieron todos los materiales – junto con la semilla del padre – para poder luego salir al mundo y que ojalá con su ayuda, ese mundo estuviera bien. En esa simbiosis hay tanta unión que es imposible desprendernos. Esta simbiosis es el origen del reproche que luego tendremos que soltar.
Imagina lo que pasaría si vivieras pegado de alguien más. Cualquier cosa que el otro hiciera lo tomarías como propio, le pedirías que hiciera su mejor esfuerzo por hacer las cosas bien porque lo que sea que haga, te afectará. Es posible que logres comprender que no puedes controlar lo que la otra parte hace y que seguramente lo está intentando. Confías, pero sabes que no siempre lo logrará. Luego, el daño que resulta podrías asumirlo y tratar de repararlo. Ahora imagina que eres un bebé que no tiene la conciencia para hacerse cargo y que recibe de la madre todo lo que hace, todo lo que piensa y siente como una cascada de energía que luego toma como propia, no sabe distinguirla ni separarla, no sabe qué hacer con ella, solo lo afecta. Luego ese bebé crece y no se siente bien. Cuando reflexiona sobre el origen de su malsentir, encuentra a la madre y derrama en ella todos los reproches por haber sido la fuente del dolor. Imagina poder romper este sistema de pensamiento y separarte de ella, de las consecuencias de la unión, del dolor que se generó en ti, de lo que ella fue. Imagina la posibilidad de soltar el amarre y sentarte a trabajar en ti. Resulta una nueva cascada, pero esta vez de libertad.
… c o n t i n u a r á
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