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… c o n t i n u a n d o

Yo supe esto teóricamente cuando me estaba formando como Consteladora Familiar Sistémica. Luego cuando me hice mamá pude conectarme mucho más con la mía, porque me di cuenta realmente de todo lo que hacemos, sentimos, pensamos y le damos a nuestros hijos, especialmente los primeros años de su vida. En gran medida es lo que hace que tantas personas al convertirse en madres reporten sentir que desde que lo hicieron, la maternidad las atropelló y sus propias madres se pusieron en frente. Me recuerdo en esos primeros meses como mamá de Joaquín, haciendo un recuento de todas las actividades que hacía con y para él durante el día. Bañarlo, arroparlo, cambiarlo, abrazarlo, dormirlo, despertarlo, día a día, otro día más, cientos de veces más. Un día pensé que mi mamá tuvo que haber hecho todo esto por mí, ¿cuántas veces?, muchísimas veces, y yo tenía la osadía de decir que ella no sabía expresar el amor. Cuando me encontré ahí supe que llevaba toda mi vida diciendo esta frase injusta y desoladora, me vi arrogante por pensar que sabía qué era el amor cuando esta señora tuvo tres hijos, sin una mamá que la ayudara o acompañara a ser madre porque había muerto; cuando yo era la tercera y todavía ella tenía energía para darme amor, me cargaba, me cuidaba todas las veces que lloraba. Construí mi idea de mamá basada en lo que yo traducía del amor. Qué confundida estaba, cuánto me ayudó esto a conectarme con ese vínculo, con ella y, por lo tanto, conmigo misma como mamá. Cuánto me ayudó a empezar a soltar muchos de los reproches de la historia que construí, y si bien es cierto que mi mamá es una mujer que no abraza mucho, ni contempla físicamente, ni acaricia, fue la niña de siete años a la que esto le hizo mucha falta y la que construyó la explicación que tenía sentido en su momento, que decía que ella no sabía expresar amor. Me fui con esa idea repitiéndola año a año y sumándole más reproches, hasta que tuve que hacerme adulta, una con una mochila llena de frases compuestas de dolor. Tuve que esperar a tener 32 años, un hijo en casa y una sensación de soledad inmensa, para poder comprender que solo era una ilusión de mi mente y que como tal, estaba en mí cambiarle el ángulo de mirada e incorporarlo con todo lo que ella es, tiene y tuvo para darme, como un ingrediente más de esta hermosa canasta de especias de muchas formas, sabores y colores, llamada amor. Estaba lista entonces para continuar mi labor de soltar y tomar algo a cambio, estaba lista para continuar con eso que empecé aquel julio años atrás, como gran camino de transformación y de reconciliación, el primer día de mi formación en el que la maestra nos pidió solo una cosa como requisito de entrada y permanencia en el programa: “si alguno de ustedes está aquí porque está buscando salvar y o cambiar a los miembros de su familia (especialmente a su mamá) por favor piénselo de nuevo. Si decide que esa es su intención, no vuelva, le devolveremos el dinero. Si quiere quedarse es necesario soltar esa idea y empezar a construir una que no garantizo tenga final”

Hasta ahora ha sido la mejor condición que me han puesto en mi vida para hacer algo. A mí, me cambió la vida.

Un día me encontré viendo cómo mi hijo tiene unas ideas acerca de mí que no son verdad y me di cuenta de que yo he construido esta pequeña historia alrededor de mi mamá, supuestamente para tener una idea tan clara de ella. Noté que me creía con el derecho de decir que ella se congeló emocionalmente porque no ama como yo amo, porque no expresa el amor como yo lo expreso. Probablemente, Joaquín está construyendo eso y más acerca de mí. El imaginarme el dolor que sentiría el día que mi hijo me dijera que piensa esas u otras cosas acerca de mí, me llevó a seguir paso a paso, año a año, conversación tras conversación y trabajo interno tras trabajo interno, soltando todos los atisbos de reproche que le tengo a mi madre, a ver si algún día sí me hago adulta de verdad. Y soltando sobre todas estas ideas que construía alrededor de lo que me dolió con ella, para poder mirarla a los ojos y reconocer que esa mujer ha amado mucho y me ha amado mucho a mí. Esta reflexión me ha dado la posibilidad de soltar el capricho de querer otra mamá diferente, porque cuando me imagino que mi hijo va a hacer eso conmigo se me parte el corazón, aun sabiendo que aunque lo haga nunca me dejará de amar. 

Bert Hellinger dice: “quien tiene reparos con su madre también los tendrá con la vida y, por lo tanto, con la felicidad” 

Uno de los grandes reparos que como humanidad hemos tenido hacia nuestra mamá tiene que ver con el padre, porque nos ha dolido el hecho que haya escogido a «ese señor” para que fuera nuestro papá. El padre en la historia de la humanidad ha dolido bastante, y en el siguiente capítulo entraremos en la herida colectiva y en el dolor del hombre. Oigo constantemente en el consultorio la frase que dice “mi mamá no está enamorada de mi papá” o “yo no entiendo por qué lleva toda la vida enamorada de mi papá, porque él nunca estuvo, le fue muchas veces infiel, no era un buen papá, muy ausente, o era muy violento”; también se dice «yo no entiendo la verdad mi mamá que hace con él” o “yo no entiendo mi mamá por qué estuvo con él”. Reprochamos que lo haya escogido, que se haya quedado con él, que se haya ido de su lado. Debemos entonces avanzar hacia la posibilidad de decirle a la madre (y cuando digo decirle no significa que tengamos que ir a decirle a ella directamente, es más bien un acto simbólico que nos pasa por el cuerpo y del cual Constelaciones Familiares se encarga hermosamente): “gracias por haber escogido a ese papá para mí, porque él es el perfecto. La unión de ustedes dos me hace y me da lo que soy”.

… c o n t i n u a r á

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