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En su abrazo comprendí que ninguna mujer del árbol está realmente perdida

Hay familias en donde a la persona que más se ha extrañado es una que ni siquiera alcanzamos a conocer. Nunca he podido estar de acuerdo con la frase que dice «no se extraña lo que nunca se ha tenido», tal vez porque en mi caso he extrañado profundamente a una mujer que nunca pude sentir. Y no la he extrañado precisamente porque sienta la ausencia de lo que me dio, la he extrañado porque su ausencia marcó el gran dolor de una familia entera, uno que tal vez no ha sido posible ver en su totalidad.

Para mí, para mi familia, esta es la historia de mi abuela materna, la abuela Elvia. Le pusimos ese título – abuela – aunque ella no llegó a serlo en vida; sin embargo lo tiene por derecho propio. Resulta raro a veces…

Cuando estaba estudiando Constelaciones me enseñaron que la abuela materna representa un faro que nos muestra de dónde es que tenemos que tomar la energía vital, la creatividad, la alegría, la pertenencia, y esto ocurre porque la conexión entre los nietos y las abuelas maternas es profundamente poderosa. Estuvimos dentro de ellas. Las mujeres producimos todos los óvulos que vamos a tener cuando nos estamos gestando dentro del vientre de nuestras madres, de este modo, el óvulo que fue mi semilla estuvo dentro del vientre de mi abuela, cuando mi madre estaba dentro de ella. «Yo» estuve dentro de mi abuela y eso, es energía en conexión pura!

«Cuando una mujer sana la historia de su abuela, una rama del árbol entero que es la familia, vuelve a florecer». Quiero creer que la rama que está floreciendo es la de mi vida.

La energía de la abuela materna simboliza la raíz femenina, el origen del linaje emocional y espiritual, y aunque a veces no la conocimos, su presencia nos vive por dentro. Lo que ella no pudo amar, lo seguimos recorriendo y sanando nosotras. Me he encontrado muchas veces ya en mi vida revisando lo que le dolió a ella, lo que le vino de atrás con relación a las mujeres, al femenino, a lo que ha sido dejado a un lado en nuestra historia sin poner atención y varias veces, rechazado. Hoy estuve una vez más allí, recorriendo los senderos del dolor de mi abuela que me vienen a través de mi madre y que por correspondencia me piden que mire, para poder tal vez, reconciliar lo que atrás resultó imposible.

Esta vez fue diferente, porque el dolor que me ha tocado a mí he estado reordenándolo y permitiéndome una nueva versión en tiempo presente. He tenido que sentirlo muy adentro, muy profundo y desmantelar paso a paso los mensajes encriptados que venían a recordarme que solo haciéndolo de una manera diferente a como lo hicieron todas atrás, podría tener un presente diferente. He estado revisando esos mensajes que me decían que el amor en lealtad ciega hace daño y está lleno de trucos venenosos, que atrapan y hacen creer que es la mejor expresión del amor. Los mensajes que venían de las palabras dichas y también las imaginadas, de un montón de mujeres atrás de mí que amaron de una forma que les dolió la entraña. Esos mensajes que me permitieron aprender una nueva forma de amar, una que sé que durante un tiempo será mal vista y mal recibida por los míos, pero que conservo la esperanza de que al final de los tiempos será entendida y ojalá adoptada por el bien del clan. Si no resulta así, tendré que pagar los precios que traen mi decisión, y sea como sea, podré disfrutar de la ganancia de amar en libertad, aunque la presencia de la idea de exclusión y orfandad estén latentes.

Los amores caprichosos son los que no quieren cambiar y que siguen insistiendo en que lo más importante es la aceptación por parte de los otros, perdiéndose de la grandeza de reconocer que lo más importante es, realmente, permitirnos ser con autenticidad y con la certeza de que cada expresión de nuestra esencia, cuando está salpicada por el amor, está bien.

Entonces fue así como al cerrar los ojos y disponerme a ver a dónde me llevaba hoy mi meditación, me encontré dejando atrás el capricho de quedarme allí donde la pertenencia resulta tener un lobo amenazante y dispuesto a matar todo el tiempo, por querer proteger lo que resultó tan doloroso tiempo atrás. Sin soltar el hilo de energía que me une a ellos, caminé hacia mi vida, hacia ese mar que estaba acompañado de todos los que quieren estar conmigo en esta existencia y que me estaban esperando amorosamente. Me senté a mirarlos con una sonrisa en la cara que venía del corazón, y apareció ella, la abuela Elvia, para recordarme que a ella también la vida le dolió y que su aporte fue sentir un pedazo de ese dolor, para que yo no tuviera que sentirlo todo completo. Me abrazó y en su abrazo supe que si ella hubiera vivido, yo hubiera sido su favorita, y también pude entregarme, soltar la fuerza, rendirme ante la vida y saber que, al final, siempre habrá alguien que te contiene y te sostiene cuando tienes que volver a empezar.

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