
Aceptar nuestro rol en este libro llamado vida es, quizá, el camino directo hacia la paz
Si el camino hacia la felicidad y la paz se encuentra en la aceptación de lo que es —de lo que somos —, he encontrado una propuesta sencilla y profunda para acercarnos a ella.
¿Te has dado cuenta de lo que ocurre cuando lees un libro? Te encuentras con personajes que viven ciertas realidades: son enfermeros de guerra, huérfanos, han perdido un hijo, no tienen pareja. A medida que avanzas en la lectura, descubres su historia, comprendes lo que les ocurre… y lo aceptas.
No buscas cambiar al personaje ni su historia. Por el contrario, empiezas a reconocer los regalos y aprendizajes que hay detrás de eso que simplemente es.
No te pasas el tiempo preguntándote qué podrían estar haciendo diferente, ni cómo podrían cambiar para que su vida fuera otra. No gastas energía imaginando las miles de posibles alternativas que podrían haber tenido y haber hecho su vida “mejor”. La recorres tal y como es.
Es más, sientes una calma particular al intuir que ese rol hace parte de algo más grande, de un plan del alma. Dices algo como: “En este libro, Angelina tuvo una vida muy difícil. Fue enfermera de guerra durante distintas guerras en Chile. No tuvo familia. Hizo un buen trabajo.”
Ahora imagina que Angelina fuera tu amiga… o que fueras tú misma. Probablemente, estarías pensando que debería dejar de ser enfermera de guerra, buscar una pareja, ser mamá y cambiar su historia, porque tiene el poder ser lo que quiera y buscar tener lo que siempre quiso.
Pero con el libro no sucede así. Con el libro puedes ver más allá del rol. Puedes ver el sentido.
Entonces preguntémonos:
¿Cómo sería la vida si usáramos menos energía intentando cambiarnos y más energía aceptando la descripción del rol que elegimos para esta vida, para este “libro”?
Cómo se sentiría decirnos: En esta vida, el plan incluía una relación distante con mi mamá”, en lugar de sentirnos mal cada día pensando que pudimos haberlo hecho mejor, que algo nos faltó, que no supimos cómo hacerlo.
… aceptación. Como El Gran Maestro nos enseñó: aceptación, porque todo hace parte del plan.
No has fracasado. Simplemente estás ante la posibilidad de encontrarte con lo que es. Seguir buscando alcanzar lo que no es, se llama capricho.
Quizá la paz no llegue cuando por fin logres cambiar tu historia, sino cuando puedas mirarla como miras la de un personaje amado: con comprensión, con respeto, con la certeza de que tuvo sentido.
Tal vez este no es el capítulo donde todo se resuelve, sino aquel donde aprendes a dejar de pelear con lo que fue y empiezas, suavemente, a habitar lo que es.
Aceptar no es rendirse. Aceptar es descansar en la verdad de tu camino. Y desde ahí —solo desde ahí— la vida vuelve a moverse.
Y con este último pensamiento, te deseo lo mismo que deseo para mí: un 2026 en donde la paz sea lo que se respire y se encuentre en cada esquina donde tengamos que cruzar. Como siempre, ¡gracias por estar aquí!, nos vemos el otro año.
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