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Se dice de los piscis que tenemos un corazón muy puro, podemos llegar a ser el mejor soporte de nuestros amigos y pareja, no siempre estamos de acuerdo con lo que el otro hace, pero buscamos – intentamos – no juzgar, una vez llegamos a nuestro límite nos vamos y nunca volvemos, somos bastante necesitados y requerimos de mucha atención, pero al mismo tiempo nos gusta tener nuestro espacio, necesitamos nuestra independencia. Nos irritamos por estupideces.

Sí, así soy. Cuando leí esto empecé a sentirme muy identificada y después me di cuenta de la complejidad, sobre todo en mi necesidad continua de ser mirada, aprobada, de tener la atención de parte de los que son mi sistema de apoyo, pero siempre garantizando mi espacio.

¡Ah! super fácil para Lucas ¿no?.

Recuerdo una vez que le dije a una amiga que para nuestros esposos debía ser difícil lidiar con nosotras todos los días, y ella me dijo una de las cosas más sabías que he oído: «¿Difícil para ellos?, difícil para nosotras que tenemos que estar con nosotras mismas todo el día todos los días!», y si, no es pan comido estar conmigo todo el tiempo y desde ahí, desde esa esencia que soy y que lucho cada día por mantener – fracasando muchas veces – es que me paro en mi relación con Lucas.

Esta entrada no se trata de contarles cuál es la oscuridad que mantenemos en nuestra relación, se trata de contarles acerca de ella, del lugar que ocupa en nuestro hogar.

Todo el tiempo tenemos el potencial de ver con completa claridad los asuntos que debemos trabajar en nuestras relaciones. Se nos presenta a nuestro andar aquello que es difícil de digerir y que muchas veces hemos querido evitar mirar.

Recientemente oí a un maestro de la espiritualidad decir que estamos en tiempos de sanación – precisamente de nuestra oscuridad – y que para poder hacerlo ella tiene que salir a la superficie, tiene que salir y mostrarse como lo que es. Si existe en forma de rabia, no puede salir con mantras, tiene que salir con rabia. Si es tristeza o dolor lo que nos acompaña, egoísmo o sentido de egolatría, tendrá que manifestarse auténticamente para que podamos mirarlo y transformarlo. Y en este hogar se ha presentado en su plena esencia.

Hace unos días Lucas y yo le pusimos la cara a la oscuridad que habita constantemente en nuestra relación, aquella que estaba presente el día que nos dimos nuestro primer beso, cuando nos dijimos por primera vez «te amo», en el momento en que decidimos casarnos y sigue estando con nosotros hoy. Es que somos muy diferentes, ya lo he dicho, yo soy muy pisciana y eso me hace muy compleja, y él es bastante llevado de su parecer. Vemos la vida con gafas distintas y muchas veces que las de él sean rojas y las mías azules dificulta mucho nuestro fluir. Lo que pude aprender de esta oscuridad y de la manera como salió es que siempre, siempre necesita ponerse afuera para ser mirada.

Nuestra elección está en cómo la sacamos y sobre todo, cada cuánto.

Soy una especialista en acumular malestares emocionales. Especialista en gestionarlo internamente y transformarlo, pero sola y adentro. Especialista en sumar una más otra, más otra incomodidad y que se conviertan en una gran oscuridad. He ahí mi aprendizaje, he ahí mi tarea del momento.

Ya me lo decía una gran amiga y astróloga hace unos meses: “Caro, tienes que aprender a decirle las cosas a Lucas cuando son y como son. Si no lo haces, podrá ser muy dañino»… Pero ¿adivinen qué?, lo dejé para después, me refugié en mi excusa de que escribiendo y gestionando internamente yo me hacía cargo y estaba bien. Me lo habían advertido, sabía que la relación es de dos y por lo tanto, el otro tiene que enterarse, pero lo dejé pasar.

Lo dejé para después sin anticipar que la olla a presión explotaría porque no estaba usando la válvula de escape regulado. No puedo decir que estuvo mal o que fue dañino, porque no lo fue. 

Por el contrario, los 30 minutos que estuvimos a punta de casi gritos sacando la oscuridad han sido muy útiles, pero sí puedo decir que he perdido mucho tiempo. Pierdo tiempo cuando guardo y no gestiono en compañía. Pierdo tiempo cuando creo que puedo sola. Pierdo tiempo cuando fabrico en mi mente y no construyo en equipo. Pierdo tiempo y energía cuando esa oscuridad empieza a apoderarse de mi criterio y pone máscaras a mi relación.

Así que puedo estar segura de que aquello en lo que necesito trabajar en mi vida en este momento está claro y explícito.

No sé si algún día logre quitarle el capricho a mi más grande amor, porque bien caprichosos sí que somos los dos. Pero sé que al ponerle la cara y el pecho a lo que nos pasa, al mirarlo como lo que es, elijo de nuevo, elijo retornar del miedo al amor.



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