
Hace pocos días regresé de un retiro espiritual en El Camino De Santiago – España – con Unalma y el Dr. Jorge Carvajal. Aún me cuesta organizar mis ideas al rededor de esta fenomenal experiencia, porque fue tanto lo que pasó y lo que me pasó, que creo que necesitaré mucho más que «pocos días» para hacerlo propio. Habiendo dicho esto, y reconociendo que posiblemente lo que voy a compartir hoy cambiará en los próximos días, quiero contarles aquello que por ahora quedó muy bien puesto en algún lugar de mi conciencia.
Caminamos 6 días entre 10 y 18 km por diferentes tramos, llegando el último día a Santiago de Compostela. Los primeros 4 días estuvimos trabajando los elementos que componen nuestra existencia, y de esta manera a cada día le dimos una intención, un camino específico, una experiencia particular. Empezamos con la tierra y anduvimos por caminos llenos de árboles y vegetación que solo tiene una manera de expresarse, alucinante. Avanzamos entre diferentes superficies pasando por las piedras, el asfalto, el pantano y la tierra seca. El segundo día trabajamos el agua y el tramo estuvo lleno de emociones desbordadas e inundadas, acompañado de senderos de cristalina levedad, aguas profundas hechas ríos, piedras cobijadas por líquido en calma y remolinos descontrolados. El tercer día estuvimos en compañía del fuego y la caminata fue vigorosa, con algo de afán, llena de energía y expresión. El cuarto día trabajamos el aire y nos dejamos llevar, fluir con ligereza, disfrutar de los campos, de la experiencia, de la vida siendo camino.
Desde el inicio del retiro cuando me encontré al frente de este gran maestro de vida llamado Jorge, decidí que el día que caminaría a su lado sería el tercero, para que la chispa de la determinación y el fuego interior de mi intención, me acompañaran a dar paso tras paso, a su lado, sumergidos en alguna conversación que de seguro, sería importante, al menos para mí. Así que cuando estuve lista y con la energía a tope, me paré a su lado, le pregunté si podía caminar con él y con una tranquila afirmación de su parte, arrancó esta inmensa posibilidad de muchas nuevas posibilidades en mi compresión de la vida. Sin darme cuenta empecé a contarle que era Consteladora Familiar y cómo había experimentado los últimos años de mi práctica, una evolución continua y muy notoria en la manera como hacemos constelaciones. Le expliqué que estaba sintiendo que cada vez más rápido estábamos llegando al encuentro del asunto a trabajar, que era como si la conciencia colectiva que estaba trabajando por ampliarse día a día, le estuviera aportando a los procesos en mi propio consultorio y lo que antes nos tomaba muchas horas y posiblemente varios encuentros, ahora estaba pasando en cuestión de minutos. Él entendió lo que dije, porque era parte de lo que tenía para enseñarme mientras el pie derecho daba un paso, viniendo del pasado y avanzando hacia el futuro, siempre atravesando un instante presente y dejándose seguir por el pie izquierdo que ahora tenía su turno. Paso a paso, palabra tras palabra, Jorge me dijo lo que explotó en mi cabeza y le dio sentido a todo mi día y, posiblemente, al resto de mi vida.
Mientras me contaba acerca de una especie de lombrices que tienen un hijo cada día y cómo esto facilitaba el estudio de la transgeneracionalidad porque se podía estudiar 6 generaciones en tan solo 6 días, fue depositando con la serenidad, elocuencia y generosidad que lo caracteriza, este concepto que ahora se convierte en un fundamento: Un buen presente borra un mal pasado.
La cosa va así: En el estudio de la epigenética han podido darse cuenta de que aquello que pasó hace 6 generaciones atrás y que produjo en la persona un trauma, queda inscrito en el cuerpo, memoria celular y emocional de las siguientes 6 generaciones adelante. A la sexta generación no le sucedió el evento que cambió la vida y puso en jaque el estado de conciencia, pero dentro de su cuerpo aún hay rezagos de aquello que tanto dolió. Es por esto que en Constelaciones Familiares miramos atrás, porque en el presente aún podemos sentir el dolor del pasado de aquellos que lo vivieron. Buscamos soltarlo y darle un nuevo significado, esta vez uno en orden, uno que promete libertad. Pues bien, en experimentos con las lombrices que tienen un hijo cada día, han podido ver que después de que hayan estado en situación de estrés extremo al borde de la muerte, pero sin llegar a ella, cuando se les provee de todo lo que necesitan para vivir, la composición de su cuerpo se restablece y de nuevo, están bien. Esto quiere decir que un buen presente borra un mal pasado.
Entonces yo me pregunto, ¿es tan sencillo como crear un buen presente? Al parecer sí, incluso es más importante el buen presente que conocer a detalle el mal pasado. Y es por esto que el deseo de seguir esculcando atrás, tratando de encontrar qué fue lo que pasó, dónde es que está el secreto, de quién es la responsabilidad, tratando de visitar los escondites secretos del dolor familiar, solo tiene sentido si nos paramos ante la posibilidad y la intención de después de hacerlo, crear un buen presente. Por supuesto que conocer el origen de nuestro dolor y darle un lugar es lo que hace la diferencia, pero de nada sirve si nos seguimos quedando atrás, viviendo con las gafas del recuerdo, con la emoción del pasado, con la sensación conocida, pero bastante antigua y añejada de lo que fue en nuestra vida o en la de nuestros familiares. Seguir repitiéndonos que lo que pasó fue tal o cual cosa y rumiando la emoción, no sirve, porque lo que necesitamos es ir a visitar el pasado, reconocerlo como un tiempo que no es el presente, darle un significado propio y volver a situarnos donde realmente estamos: aquí y ahora.
Porque como dice el Dr. Jorge Carvajal, “lo importante del pasado es su significado. Por lo tanto, yo en este momento, conscientemente, puedo desde el sentido de mi vida, dar otro sentido a lo ocurrido en pasado, liberar la lección del pasado y cambiar su significado. Y cuando cambio el significado del pasado, cambio también el modo como se inscribe en el presente”.
Así que vamos pues, a ser más caminantes de la vida en presencia de nuestro presente, porque solo se puede andar por los tramos del Camino De Santiago, si se mira con atención para dónde vamos y si el pie derecho en presente avanza, para que el pie izquierdo también pueda hacerlo.
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