
El dinero se esconde cuando el alma aún protege una vieja herida.
Durante años creí que la relación con el dinero se resolvía ganando más. Hoy sé que se trata de otra cosa. Especialmente en el 2020 descubrí que parte de lo que necesitaba era abrirme a la posibilidad y al derecho de producir dinero de manera libre, con el permiso de mi familia (el permiso inconsciente que se hizo consciente) y con el cual podría reclamar una nueva idea que consistía en que yo lo podía producir a través de la materialización de aquello que sé y me gusta hacer. Escribí entonces un letrero para verlo todos los días que decía: «Tengo el derecho y el permiso de mi familia para brillar y recibir dinero fácilmente«. Ojo, no se trataba solo de yo producirlo, también de recibirlo con facilidad y en libertad.
Aún leo ese letrero cada día, porque hay pedazos de mí que necesitan seguirlo entendiendo.
Debido a la ciudad, la familia y el tiempo en el que nací, la idea de tener dinero resultaba peligrosa. En 1985 en Medellín – Colombia, en la familia Pérez Botero, definitivamente lo era. Y no solo por la coyuntura sociopolítica y lo que el dinero significaba en nuestra sociedad, porque si lo teníamos podríamos ser blanco de secuestros, y si lo conseguíamos podríamos ser entendidos como una de estas familias que encontró «el camino fácil» para conseguir plata, el cual para mí de fácil no tiene nada. Y no, no era solo por eso, también porque las heridas familiares con relación al dinero se expresaban a flor de piel y nadie las veía.
Me he preguntado muchas veces de qué se trata en mi vida la tarea y la necesidad constante de práctica de la abundancia, por qué no se me da de manera tan natural, de qué se trata el repetitivo miedo a perder el dinero, a sentirme poco sostenida, el temor a producir, recibir y tener aquella energía presente y latente. Hasta el momento he tenido muchísimos pedazos de la respuesta y sigo desmenuzando aquella idea que se quedó muy pegada en el inconsciente, no solo el mío, sin también el familiar y el colectivo. Aún no lo tengo todo claro, pero si lo veo, veo con claridad a unos ancestros que perdieron dinero, a otros que se lo quitaron a los suyos, a unos que tuvieron miedo de expresarse desde su lugar más luminoso, a otros que estaban tratando de pagar y resarcir las culpas del pasado. Veo a un padre que quiso romper con la cadena de escasez y que se dedicó a producir, no necesariamente a disfrutar ni a dejar de temer, pero lo veo con la semilla del cambio, y me veo a mí con la obligación de recoger todo lo que ellos han hecho, honrar su herida y desidentificarme de ella, para encontrarme ante mi propio aprendizaje y relación con el dinero, una que sea nueva y solo mía.
Y entonces me encuentro con mi obligación y mi nueva posibilidad, la de reconocer que el dinero solo amplifica lo que somos y que si me niego a recibirlo, también limito el flujo de la vida. A veces me confundo tanto que se me olvida y vuelvo a creer que se trata de merecimiento, de suerte, de esfuerzo. Porque si esa fuera la estrategia para conseguir dinero, muchos más serían los millonarios en el planeta. Somos muchos los que nos esforzamos día a día, no somos todos los millonarios. Así que me quedo siempre ante la pregunta de, ¿qué tal si estoy mirando al dinero de manera equivocada?, ¿qué está representando para mí hoy?, ¿tiene cara de qué?, y me doy cuenta, siempre me doy cuenta de que cuando estoy enredada con él es porque volvió a convertirse en un monstruo misterioso y miedoso, una amenaza para mi existencia y seguridad, aquel enemigo que me recuerda un tiempo pasado, y un entorno diferente a mi presente y a mi vida actual.
Y ahí me desenredo. Empiezo a ver de nuevo el dinero como energía y como maestro, no como objetivo ni proyecto a conseguir. Es ahí cuando escribo nuevas frases para leer diariamente como: «el dinero y los consultantes seguirán llegando siempre a mi vida«. Lo cual me deja con una única nueva responsabilidad: usarlo en armonía y coherencia, y eso significa despersonificándolo, quitándole todas las expectativas y tareas que le puse, dejando de temerle y poniendo en práctica las 4 leyes espirituales de la relación con el dinero:
1. Tratarlo con amor, como se trataría a un hijo, un gran amigo, una pareja. Hablarle bien, pensar en él con tranquilidad, ser amable en la relación que tengo con él.
2. Usarlo para el bien, un bien que no pase por encima del otro, un bien que al final contribuya a un propósito superior (aquel que empieza conmigo).
3. Disfrutarlo y usarlo con gozo.
4. Agradecerle por llegar a través de mí y por quererse quedar conmigo.
La del dinero es también una relación que puede resultar muy caprichosa, porque nos repetimos mucho en el dolor y las heridas de atrás, pero cuando ponemos en práctica una nueva forma de amar, también empezamos a amar el dinero de manera diferente. Dejamos de temerle, confiamos en él, incluso cuando necesita irse por un tiempo porque a lo mejor nos invita a seguirnos trabajando y a poner atención. Confiar en el dinero es lo mismo que confiar en la pareja, no podemos pedirle que nos jure amor eterno, pero sabemos (o más bien queremos saber) que su intención es quedarse a nuestro lado. Si se va, lo dejamos ir con amor y empezarnos a sostenernos solos.
Cuando vi a todos estos ancestros, su dolor y el que yo había tomado, me dio mucha alegría, porque entendí un pedazo más del rompecabezas. Pude prometerles que lo haría de manera diferente y que el sufrimiento que ellos habían experimentado yo no iba a expresarlo ni a repetirlo más, porque de esta manera su camino habría valido la pena. Si yo seguía haciendo lo mismo que ellos, por lealtad ciega, creyendo que así estaba amándolos, su tiempo en la tierra habría sido desperdiciado. Me gusta imaginármelos a todos mirándome y diciéndome: «Lo hicimos para que tú no tuvieras que hacerlo, así que ahora, hazlo tú de manera diferente, hazlo en libertad«.
¿Cuál es entonces tu nueva posibilidad?: Honra tu historia, suelta la culpa, y deja que el dinero vuelva a moverse como la vida misma: libremente.
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