Era un lunes normal, como cualquier otro. Mentira. Era un lunes de esos en los que sientes que el mundo se te está cayendo encima y lo peor de todo, no tienes idea por qué. Nada grave está pasando, simplemente no estás bien.

Decides ponerle buena energía al asunto y casi lo logras. Disfrutas de las maravillas de tu vida, te das cuenta, agradeces. Pero el bichito negro de la ilusión sigue adentro.

De repente el agua empieza a caer desde arriba, muy muy alto y muy muy fuerte, de tus manos empiezan a salir en forma de chat las palabras que el ego necesita para seguir alimentando al bicho negro: «Es que siento que nadie quisiera estar conmigo. Me siento poco merecedora. Siento que no valgo tanto»… ¿Qué es lo que me pasa?, no entiendo… en serio que no entiendo, porque hace muchos años no tenía estas sensaciones en mi cuerpo y algo muy raro está pasando.

Al otro lado del chat no me dicen que estoy equivocada, y afortunadamente no lo hacen, porque si hubiera sido así me hubiera quedado enfrascada en una mirada ajena que no resonaba con la mía.

Se va acercando la hora, tengo una cita para una constelación y realmente me siento un poco borrosa de mirada. Ella entra, se siente muy bien verla porque tiene una energía expansiva y sé que por lo menos me voy a reír. Yo respiro y le entrego este momento a la divinidad, pidiéndole que me ayude a convertirme en un instrumento para mi alma y sabiendo, teniendo la certeza de que todo lo que me está pasando tiene un sentido y un propósito superior, aun cuando no lo pueda ver todavía.

Ella empieza a hablar. ¿Qué rayos está pasando?, ¿acaso está leyendo mis mensajes?, ¿ha estado metida en mi mente las últimas 3 semanas?, ¿por qué está diciendo exactamente lo mismo que yo he estado sintiendo últimamente?, ¡lo mismo!

Ella cree sentir por su padre lo mismo que yo sentí por el mío por muchos años. Cree sentir por ella misma esta fantasía que me acompañó por décadas, que ya había dejado atrás pero que ha vuelto a visitarme.

Tiene las mismas ideas locas de que nadie querrá estar con ella. ¡Está loca! ¿cómo no van a querer estar con ella?, y justo ahí es que me doy cuenta: Este espejo que tengo enfrente me está mostrando mucho más que un reflejo… es ¡impresionante!

Justo ahí empiezo a darme cuenta de lo ridículo de mis pensamientos e ideas, porque al verlo reflejado en ella, pierde todo poder. Todo pasa al mismo tiempo, me pregunto ella por qué dice eso, también reconozco la fortuna de tener a mi lado a un hombre que ha elegido quedarse conmigo – al menos hasta el momento – y que aunque muchas veces no me caiga muy bien se siente bien tenerlo a mi lado, y por último me doy cuenta de que siento exactamente su dolor. Es un dolor que no tiene sentido y que me pregunto de dónde vendrá, dónde se habrá formado.

Seguimos avanzando en su constelación hasta que se vuelve complemente claro cómo para ella no se trata de otra cosa diferente a un sentimiento adoptado. Eso que siente, no es de ella. Eso que cree y ha construido en su mente por tantos años, no le pertenece. Viene de atrás, muy atrás, de la primera mujer en su familia (al menos que sepamos) que se sintió abandonada, sola, poco merecedora de amor, insuficiente. Viene de ella y a ella se lo devolveremos.

Aquí es donde la perdí, al menos a la parte racional de su ser lo perdí, porque ella no entendió nada más, pero al mirarla pude darme cuenta de que estaba hablando con su alma, y para su alma estaba siendo completamente claro.

Solo faltaba un último evento de la historia de su familia para que yo quedara completamente alucinada, lo que les pasó fue exactamente lo que había pasado en mi familia. No había tenido duda, pero ahora sí que lo tenía completamente claro: Esta mujer había llegado a mi vida para mostrarme lo que estaba necesitando ver de mí: que soy, tal y como soy, suficiente.