·amores caprichosos·, Espiritualidad

Hasta pronto ··· compañero de viaje

¿Recuerdan que nuestra familia es de 3 + un gato? Pues bien, este es … era Aristóbulo. Pensé que hoy después de algunos días, mis emociones aflorarían menos al escribir este homenaje para él, pero no… aquí están mis lágrimas y mi emoción presentes.

Llegó a nuestra casa hace 7 años. Qué maravilla ¿no? Su existencia hizo parte de los ciclos de 7 años. Llegó siendo una ratica muy chiquita, con unas orejas muy grandes y muy pocos meses de vida. Lucas no estaba muy convencido, pero lo sorprendió rápidamente al ver que buscó su caja de arena solito y aprendió a estar allí cada vez que la necesitaba. Lo impresionó y poco a poco fue entrando en su corazón. El sábado pasado se fue de este plano físico, en un día especial espiritualmente porque estuvo lleno de una luz y energía arrolladora, un nuevo portal se abrió y nuestro gaturro caminó hacia él.

Lucas decidió regalármelo después de 1 año de pedírselo insistentemente. El día que le dijeron que tenía un nuevo trabajo en Bogotá decidió que haría parte de nuestra familia para que me acompañara durante la semana, mientras él y yo estábamos separados. Yo me enamoré inmediatamente cuando vi su foto en la página de la casa de adopción, sabía que era el nuestro.

Tengo tantas cosas que decir de él, empezando por su nombre que nadie entendía y el pacto que hice con Lucas para que le pusiéramos así a nuestro gato y no a nuestro futuro hijo. Gracias a la vida me hizo caso. Pero más allá de todo lo que pueda contarles, quise escribir esta entrada en su honor, con el corazón arrugado pero lleno de su amor.

Qué maravillosos que son los gatos, los animales, saben solo de lealtad y amor, nada más. Durmió conmigo muchas noches, gastamos más plata en tiquetes de avión para él que en medicinas o juguetes, estuvo con nosotros en cada decisión y cambio de vida, siempre allí, a mi lado. Simplemente ahí, cumpliendo con su misión de vida, aquella que dicen que tienen los gatos: Ellos encuentran una familia y se encargan de balancear y limpiar energéticamente su nuevo hogar. Saben a dónde ir en cada casa, cuando estás enfermo se acuestan cerca al lugar que te duele y trabajan, trabajan, trabajan para ti, desde su amor infinito. Piden poco, dan mucho, eso sí, solo cuando quieren, no cuando nosotros queremos. Lo más bonito que aprendí de mi gato fue a amar con respeto, porque las cosas nunca fueron como yo las quería, él me mostraba su amor cuando era su momento, no cuando mi capricho así lo pedía. Con él aprendí que amar no solo es abrazar, contemplar o ver cómo el otro responde a mis deseos. Amar es estar, conectarse desde un lugar superior, elegir seguir ahí, es estar presente y ser lo que somos, nada más.

Cuando Joaco nació hubo algo que se quebró, porque mi mirada ya no estaba tan puesta en él y lo lamenté. Muchas veces le dije que sentía mucho que mi atención hubiera migrado y no pudiera estar tanto para él. Mi gato solo esperó y aprendió que las noches eran nuestro momento. Cada noche durante más de 3 años Aristóbulo esperó a que Joaquín se durmiera para ir a acostarse en mis piernas. ¡Qué grande que eras gaturro! Qué amor tan bonito el que tenías para dar…

Hace dos años tuvo una enfermedad con la cual creímos que se iba a morir, luego nos dijeron que viviría máximo 6 meses y posiblemente con algunas complicaciones, pero él en su grandeza estuvo perfecto, perfecto! por dos años más, hasta el martes pasado en la mañana cuando al despertarnos sentí que se estaba yendo. Yo lo supe, era su momento, y Joaco me dijo: «Mamá, al gato se le acabó el poder«. No necesité nada más, su partida estaba empezando y debía ocuparme de ella.

En el camino a la clínica veterinaria pude hablarle y agradecerle infinitamente por su amor, por 7 años de compañía, por haber sido lo que fue para mí. Le dije que estaba bien que se fuera si era su momento, nosotros estaríamos bien. Le agradecí por aguantarse los abrazos muy muy apretados de Joaquín y por cuidarlo cada vez que lloró, porque siempre, siempre se paró a mi lado cuando Joaco lloraba para asegurarse de que yo estuviera ahí para hacerme cargo. Supe que era el momento de decir adiós y pude hacerlo. Solo el amor estuvo presente. Una vez más, metido en su guacal, en el piso de un carro, oyendo mi voz, como tantas veces cuando fuimos a los aeropuertos y nos montamos en los aviones, como tantas veces que supe que mi voz lo calmaba y que era lo mínimo que podía hacer por él. Una vez más, una última vez lo acompañé para que regresara a su hogar con tranquilidad, sabiendo que en mi corazón solo quedó el recuerdo de su amor.

Parece que su trabajo en esta familia está hecho, lo que vino a ayudarnos a sanar está listo y ahora, nos corresponde a nosotros seguir. Tenemos grandes proyectos para nosotros, y él ya no estará aquí, pero en nuestro recuerdo habrá siempre un lugar para este gato de orejas grandes, pelo blanco y uñas muy afiladas.

Aún lo oigo por la casa, siento que aparecerá al abrir la puerta, lo veo caminar cerca a mi y me doy cuenta de que su energía nos acompaña. Encuentro pelos suyos en el sofá y sonrió, porque esta familia de 3 + un gato sigue completa, aunque nuestro amado Aristóbulo ya no esté aquí.

GRACIAS MI GATURRO.
Por siempre en mi corazón.

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